Nadie puede negar que uno de los grandes fenómenos de este año que dejamos, 2008, es Facebook (aunque ya existía antes, parece como si hubiera tenido un boom este año). Definida como red social, aglutina diversas funcionalidades que ya existían en internet (mensajería instantánea, blog, «twitter»,…), por lo que no aporta nada nuevo sinó que junta en una misma página diferentes opciones comunicativas. Y como buen fenómeno que se precie, suscita críticas de todo tipo. La presente blogger obviamente no pudo sucumbir en su momento y efectivamente tiene el suyo, y no sólo eso sinó que lo usa a diario y, para qué negarlo, reconoce que pasa un buen rato delante de él.
Como he dicho, tal aplicación ha hecho surgir toda una serie de mitos que pueden ser reales o no, como aquel que dictamina que algunas empresas consultan los Facebooks de sus candidatos a un puesto de trabajo para decidir si escogen o no a esa persona; o aspectos quizás más serios como el uso de datos privados por parte de compañías de software. A todo esto, cabe decir que cada uno es responsable (o debería serlo) de lo que cuelga, etiqueta, permite etiquetar, expresa o realiza. No sólo eso, sinó que cada uno tiene la opción de poner sus propios límites a la privacidad de su información, de forma que si se desea nadie más que sus contactos podrán ver sus fotos o sus perfiles. La capacidad de autocontrol en lo que expresamos, colgamos, permitimos e incluso a quienes agregamos como amigos y a quienes no, es esencial para manejar un recurso como este, al alcance de tantísima gente y que tan mal uso se puede hacer de él. Es obvio que no todo está bajo control y que un cierto riesgo puede existir, pero sí que podemos hacer algo nosotros mismos para evitar sorpresas desagradables.
Para mí, como usuaria, Facebook no es más que un juguetito, un pasatiempos, sin duda una herramienta terrible de cotilleo en bandeja, algo que te permite hacer breaks mentales, una herramienta más de comunicación con los amigos y conocidos, incluso de reencuentros. Pero personalmente creo que no es nada más allá de esto, y como fenómeno creo que, como todo, será pasajero. No ha cambiado para nada nuestras vidas, no es algo extraordinariamente novedoso, simplemente es algo más, y ya está. No hace falta que le busquemos diez pies al gato, ni que lo adulemos, ni tampoco que lo despreciemos, simplemente que hagamos un uso responsable de ello si deseamos usarlo y respetemos el que uno decida unirse o no. No es imprescindible ni despreciable, un simple juego.
Miss Finch little corner in the world 