Como cada año, el 8 de Marzo se llena de mensajes de exaltación femenina (y, obviamente, feminista y sin complejos), reflexiones y, sobretodo, mucha y necesaria reivindicación. En este contexto, por qué no aprovechar y resaltar, por un día, expresiones artísticas lideradas por mujeres en los tres campos que más me gustan. Escritoras y heroínas literarias, cantantes y compositoras, directoras y creadoras cinematográficas. Hay tantas y tan diversas que me gustan que no acabaría nunca de mencionarlas, así que tomo la osadía de seleccionar una protagonista y nombrar a tantas otras que podrían ocupar su sitio.
Una novela: «Tú no eres como las otras madres» de Angelika Schrobsdorff.
Una mujer escribiendo orgullosa sobre la figura de su madre, toda una mujer revolucionaria en su época, a contracorriente de todo lo que se pedía y esperaba de ella, que consigue todo lo que se propone con el mismo egoísmo que históricamente se les ha permitido a los hombres hacerlo y a ella, por su condición de mujer, se le condena. Una novela conmovedora que, a lomos de las circunstancias vitales de la protagonista, explica parte de la historia europea del siglo XX bajo un prisma femenino.
Otra novela más de las que, a través del sufrimiento narrado (porque, a pesar de querer conseguir lo que se propone, se topa con las dificultades propias de su momento y condición) te hacen ser consciente de todas las dificultades que hemos tenido a lo largo de la historia y, en parte, te hacen sentirte afortunada de vivir esta época, siendo también consciente a su vez de todo lo que aún falta por hacer.
Novelas como otras maravillosas escritas y protagonizadas por mujeres que han caído en mis manos este último año, como la cuatrilogía de Elena Ferrante («La amiga estupenda», «Un mal nombre», «Las deudas del cuerpo», «La niña perdida»), «Media vida» de Care Santos, «La vida cuando era nuestra» de Marian Izaguirre o «En el país de la nube blanca» y «La canción de los maoríes» (actualmente en mis manos, por poco tiempo) de Sarah Lark (y a falta de leer la última de la trilogía).
Una canción: «Respect», de Aretha Franklin
Por qué no, un clásico. Con todas las letras, cantado con fuerza y personalidad. Porque no debió ser fácil para una cantante (y más aún, negra) hacerse con un nombre propio en el mundo de la música en su época. Ella y muchas otras más o menos coetáneas como las también maravillosas Nina Simone, Etta James o Edith Piaf, mujeres con valor y determinación, fuertes y comprometidas, luchadoras sin complejos. Con las agallas necesarias en su momento para poder conseguir lo que consiguieron y un talento infinito a años luz de muchos de sus coetáneos masculinos.
Y, detrás de ella, Janis Joplin y su garra infinita, y ya rozando la actualidad tantas que me vienen a la cabeza que no me las acabo. La inolvidable Amy Winehouse, Fiona Apple, Feist, Jenny Lewis, Julie Doiron o Natalie Prass, por nombrar algunas actuales con mayor o menor trayectoria, o las frontwomen sin las que sus bandas no serían nada Florence Welsh (Florence and the machine), Beth Gibbons (Portishead), Laetitia Sadier (Stereolab), Mimi Parker (Low) o Victoria Legrand (Beach house). Todas ellas entre tantas otras construyendo un universo musical que, sin ellas, no sería ni la mitad de lo que es ahora.
Una película: «Mustang», de Deniz Gamze Ergüven
He aquí el apartado en el que me resulta más difícil poner un título. Podría haber optado por mencionar actrices, las hay a miles, hubiera sido mucho más fácil. Pero no, porque si hay que mirar alto, el hecho de que sea más difícil encontrar directoras relevantes y con renombre, es un símbolo inequívoco de la realidad actual y uno de los motivos para reivindicar.
En este caso, la selección me ha venido a la cabeza de repente y se me ha antojado como la más idónea para un día como hoy. Porque es actual y refleja una realidad actual de un país no tan lejano como Turquía. De la manera más bella posible y con la mirada femenina que relatar algo así requiere, esta delicia narra y describe la dureza del despertar femenino en una sociedad atrasada. Tan atrasada y dura como la que probablemente vivieron nuestras abuelas, bisabuelas, tatarabuelas, y más allá. Mujeres que, a pesar de todo, se solidarizaban entre ellas porque, conscientes de su condición, era la mejor manera de sobrellevarlo.
En este apartado podríamos haber hablado también de Sofia Coppola y «Las vírgenes suicidas», Isabel Coixet y la maravillosa y reciente «La librería», Greta Gershwig y «Lady Bird», recientemente tratada en este espacio o Jane Campion y «El piano», entre otras.
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Tal y como se pretendía demostrar hoy, nuestro mundo y nuestra sociedad sin el trabajo de las mujeres no sería absolutamente nada. Ahora sólo falta que llegue ese ansiado día en el que no haya necesidad de conmemorar ningún otro 8 de marzo. Queda mucho por hacer y nosotros, mujeres y hombres actuales, tenemos la obligación de poner los medios.
Y vosotros, ¿qué figuras os apetece reivindicar?